miércoles, 23 de enero de 2013

Un balon de oxigeno

               CRÓNICAS DE UN PARTIDO
UN BALÓN DE OXÍGENO, POR FAVOR”
Bueno, llegaron las navidades, a descansar un poco y a disfrutar de la familia. De repente suena el sonido del whatsapp. Miro y es un mensaje de J. Carlos “ partido amistoso contra el Zabal , y después partido de los padres”. Inmediatamente una imagen se me pasa por la cabeza, la mía asfixiado en el campo. Pienso entonces, ¡tendré que ir a hacer footing que si no, no voy a dar la talla¡. Pero después me motivo, ¡ah, los demás tienen que estar igual¡ ¿no?.

Cuando se lo comento a mi hijo las risas se escuchan al otro lado de la casa y mi mujer se acerca, ¿qué pasa?. ¡Qué papá va a jugar al futbol con los demás padres¡. ¿Tú estás loco?, pero si no le has dado a la pelota desde hace tiempo. ¡Te va a pasar algo, seguro¡. La verdad es que, a pesar de todo, tenía ganas de jugar, de echar un rato “agradable”.


Esos días, como algo menos, como si eso fuera a arreglar algo. Pero en el fondo sé que voy a aguantar, aunque me quede en el intento. El tema se convierte en el cachondeo familiar: ¡no comas tantos polvorones que…; no bebas tanto que es malo para los deportistas; ¿Qué te van a traer los reyes, una botas multitacos?, o una botella de oxígeno…
¡Se van a enterar estos¡ Estoy deseando que llegue ya ese día.
¿Cuántos vendrán?,¿seremos suficientes?. Espero que sí, por lo menos para poder hacer cambios y así disimular mi “quemaera”. El día anterior preparo mi equipación y digo,¡ pero si no tengo nada¡. Bueno me pondré lo que pueda y lo que Dios diga.
Llega la hora H, y cuando salgo del cuarto de baño mi hijo dice riéndose de mí ¿Dónde vas así, a esquiar o a jugar al futbol?. Lo miré con cara de pocos amigos y le dije, ¡anda tú concéntrate en lo tuyo que…¡ intentando desviar la atención. Miro hacia atrás y mi mujer y mi hija me miraban con cara de decir ¡vaya pinta que lleva¡. Entonces comprendí que hacía mucho tiempo que no jugaba, pero ya había que seguir como fuera.

Ya en el campo empiezo a distinguir por la indumentaria a algunos de los que vamos a jugar. J. Carlos concentra a los niños en la sede y después los pone a entrenar. Se une al grupo Juan que entrena también con ellos, pero faltan algunos que estaban malos o fuera de Algeciras. Nos enteramos de que el equipo rival juega en la provincial, por lo que son de categoría superior. ¡ Va a ser una buena piedra de toque para medir nuestras fuerzas para lo que nos queda de liga¡.

El partido lo juegan: Fernando, Jorge, Abel, Nicolás, Juan, Rubén, Carlos, Víctor, Juan Antonio, Jesús, Jorge R,, Dani y Javi. J. Carlos se dirige a Alex, el padre de Carlos y le entrega el silbato ¡vas a arbitrar¡. ¡Menos mal que me he librado¡, pienso para mí. Entonces, con muy buen criterio se dirige a la afición del otro equipo y les dice ¡el primer tiempo lo arbitro yo, pero el segundo alguno de ustedes¡. No se iba a comer el marrón él sólo. Pero la verdad, que tanto uno como el otro lo hicieron de maravilla, además la afición y los jugadores y entrenadores contribuyeron a una buena harmonía en el campo.
Al fondo, un niño pequeño de la otra afición se convirtió en la atracción por sorpresa de los momentos previos, imitando a los cracs de la liga española. Un autentico showman de tres años que nos hizo reír un rato.

Comienza el encuentro y enseguida pudimos comprobar el nivel del rival con los toques de balón tan precisos y con sentido que hacían todos sus jugadores, especialmente su centrocampista que sin grandes recorridos era el dueño y señor del centro del campo y de la distribución de su juego. Pero allí estaban nuestros chicos, corriendo como jabatos, no dando un balón por perdido, muy sólidos en defensa, entre ellos Jorge que se marca un partidazo con sus botas nuevas; Rubén y Carlos, todo pundonor contrarrestando el juego de ellos en el centro del campo; Juan y Abel defendiendo bien, al igual que Nicolás que incluso sube y remata desde fuera del área a puerta con peligro en varias ocasiones; Víctor, Juan Antonio, Javi, Jorge R. y Dani batallando arriba por las bandas y con desmarques por el centro. 

El partido era un tuya y mía en cuanto a juego y ocasiones. Las suyas, como no, desbaratadas por nuestro porterazo Fernando, y por los palos. En una internada por la banda izquierda Javi se va de su contrario pero al rematar se la para el portero. Pero en otra jugada idéntica, tras haber aprendido de la anterior, remata cruzado logrando el 1 a 0 para nosotros. Todos gritamos de alegría y los niños se abrazan igual que cuando se juegan 3 puntos. Pero en una jugada desafortunada nos metemos gol en propia puerta, y el partido se coloca en 1 a 1. 

Cuando se acaba la tensión del partido en el descanso recuerdo que después vamos a estar nosotros ahí y comentamos entre algunos ¡ no veo a muchos padres para jugar¡ ¿jugaremos?.
Comienza la segunda parte y todo sigue igual, un partido muy equilibrado en dominio y ocasiones. Pero llega una incursión por su banda izquierda y nos meten el 2 a 1. Es cuando el equipo reacciona y empezamos a dominar la situación como nos pasa en otras ocasiones en la que el rival se va desinflando poco a poco. En una falta desde la banda derecha Jorge R. se prepara a chutar desde lejos y todos desde la banda le empujábamos ¡ánimo, que tú puedes, dale fuerte¡. Efectivamente la mete hacia dentro y en un intento de despeje se meten el balón por alto, es el 2 a 2. El partido parecía estar ya consensuado y con este resultado termina, con el posterior saludo entre ellos y a la afición.
¡Ahora nos toca a nosotros¡. Todas las miradas se dirigen a J. Carlos para preguntarle ¿hay gente suficiente?¿hay partido?. ¡Claro que sí¡. Entonces me viene una sensación extraña, pero predomina la del deseo. Es una buena idea, para convivir entre nosotros, para el disfrute de nuestros hijos, y para bajar el turrón acumulado. ¡Vamos allá¡

Cuando salto al campo, veo a los compañeros tocando el balón y me incorporo. Enseguida noto que aún no se me ha olvidado y pienso ¡qué gozada jugar en un campo así¡ ¡ojalá lo hubiésemos tenido nosotros de pequeño¡. De repente recuerdo que debo estirar, que si no me van a dar tirones por todos lados. Tanta buena vida acumulada ahí dentro y mi edad, pueden pasarme factura si no lo hago.
Los niños se sientan en la banda en plan fiesta como si lo que fueran a ver fuese algo de broma. Pero pronto comprueban que no, y alguno hasta se sorprende de nuestro toque, de nuestra colocación innata, del ímpetu por cada balón, de cómo sin entrenar y sin dirección éramos capaces de hilvanar jugadas de toque. Entre ellos escucho decir sorprendidos ¿ y cuántos años tienen?. Al final estaban deseando participar de aquello y J. Carlos los va rotando para que todos jueguen. Lo bueno es que a pesar del esfuerzo nos divertíamos, clave para que todo salga bien. En las gradas nos veían con asombro, ¡y sin cambios¡.
Qué hora más larga, es como si cada minuto fuesen 15, y cada carrera un maratón. Llegó un momento en que a una ida no le acompañaba una vuelta y que un pase se convertía en un ladrillo o una pérdida.
Por un lado íbamos; J. Carlos, evidentemente el más preparado; Alex, padre de Carlos, dando muestra de lo que atesora de antaño; Juanjo, padre de Jorge R., con un toque sutil de balón; Paco, padre de Javi, bueno, le echaba coraje al asunto y, Fernando y el resto de niños, ayudando al equipo. Por el otro: Sebastián, padre de Nicolás, daba muestra de buen manejo de la pelota; Víctor, padre de Víctor, de fuerza y presencia; Rubén, tío de Carlos, de buena visión del juego y toque de balón; el padre de Abel, de desborde por la banda; Toño, de buena preparación física y visión del juego, y un amigo de Alex de pundonor y entrega. También hay que nombrar al hermano de Juan Antonio que nos echó una mano. Como no importaba el resultado, nos inventamos una tanda de penaltis para resolver… “nada”, pues lo de menos era ganar.
Sí señor, todos nos debemos dar las gracias por este buen rato tan desinteresado y, que a pesar de las distancias, dieron detalles muy buenos, dignos de lo mejor. Estos son los momentos que rompen moldes, y si no, recordad aquellas cosas que más os impresionaron de pequeños, seguro que eran las que no os esperabais. Si algunos de nuestros hijos ha sentido lo mismo, “tanto esfuerzo ha merecido la pena” y si no, también.
Cuando me iba del hombro con mi hijo veía en su rostro una mirada distinta a la que tenía cuando comenzó el día y aunque no me decía nada, no hacía falta, su cara lo decía todo.
A ver si la próxima vez somos más, eso sería un buen “balón de oxígeno” para “todos”…
FDO:
CUALQUIERA DE NOSOTROS