“…SE HA PERDIDO
UNA BATALLA, PERO NO LA GUERRA”
¿Los Barrios?.
¡Si, esta semana es contra Los Barrios¡- me contestaba mi
padre con cara de circunstancia. El sentimiento era de
responsabilidad y preocupación. Ellos habían empatado
esta semana y estaban igualados con nosotros. Eso hacía de
este partido un paso muy importante para la gloria, algo así
como un partido de “champion”.
Cuando llegamos al
entrenamiento del jueves vemos la cara de J. Carlos y León y
sabemos que hoy iba a ser un entrenamiento especial. Desde el primer
momento, la motivación sobrevolaba todos nuestros ejercicios,
las jugadas de estrategias, los marcajes, las faltas…y ese partido
que jugamos entre nosotros, si parecía que nos iba la vida en
cada jugada. Se respiraba presión, tensión,
concentración….Estaba claro, este partido va a ser distinto.
¡Vaya como os habéis empleado en el entrenamiento¡-decía
mi padre. Sabíamos que como no fuese así, no
ganaríamos.
La 1, ese jugador sin
marca, abre a las bandas, no hagáis faltas en nuestro campo…
Estas frases se repetían en mi cabeza una y otra vez, sin que
lo quisiera. De entrada, el mensaje está grabado, pero es la
actitud la que nos hace ser grandes y cumplir con todas estas
premisas.
Es viernes y quedan muy
pocas horas. A veces me hablan y no escucho. A veces oigo y no me
hablan. Son esos síntomas que me avisan de que se aproxima el
momento.
El partido es en Los
Barrios, un campo algo más pequeño de lo que
habitualmente jugamos. En los vestuarios los entrenadores nos meten
en vena una buena dosis de motivación; no nos debe pasar lo de
los últimos partidos, esos comienzos algo titubeantes y fríos.
Nos miramos buscando complicidad y así hacernos más
fuertes. Cuando alguno de nosotros nos hace una broma nos sale una
sonrisa nerviosa. Veo a J. Carlos también nervioso y
mirándonos uno a uno como si no quisiese olvidársele
algo importante. ¡Venga, salimos al campo¡ nos dice y de
repente se me acelera la sangre. No recuerdo el trayecto desde el
vestuario al campo, pero sí de cuando ya estaba en él.
Parecía un césped distinto. Miraba a mis contrincantes
y los veía gigantes. ¡Claro, son benjamines de segundo
año¡. ¡Bueno, eso no tiene nada que ver¡-me
consolaba yo mismo.
Oía al entrenador
de ellos decir, ¡mirad eso es un equipo, concentrados y
trabajando, a ver si aprendéis¡. La verdad, no lo
esperaba y me sentí más grande, casi tanto como ellos.
Al fondo vi aparecer al
árbitro y sabía que la suerte estaba echada y sólo
tocaba luchar.
De salida, Fernando,
Álvaro, José Manuel, Jorge, Rubén, Juan Antonio,
Víctor y Javi. Progresivamente, salieron a lo largo de la
primera parte Francisco, Nicolás, Jorge R. y Carlos.
Pronto Los Barrios
muestra su juego, basado en la fuerza, el saque del portero, el bote
y a esperar el fallo del contrario para que su punta se escape y
marque. En el comienzo, el equipo se muestra titubeante, favoreciendo
el juego de ellos. Nada más empezar ellos dan en el palo y dan
el primer aviso. En uno de esos contragolpes, marcan el 1 a 0. Se
presagiaba. Seguíamos cometiendo novatadas y en otra jugada
desafortunada ellos meten el 2 a 0. Sabíamos que esto no debía
seguir así y , además, ellos tampoco eran gran cosa,
eso sí tenían a gente muy alta en la portería y
en defensa.
En una jugada personal
Víctor de falta le pega duro y bate por alto al portero en un
exceso de confianza, ¡pensaría que no iba a poder tirar
tan fuerte¡. Es el 2 a 1. Poco después, de nuevo Víctor
se va de su marcador, se escora y cruza con dureza la pelota,
metiendo un gran gol. Es el 2 a 2. ¡Qué partidazo¡¡Qué
emoción¡. Habíamos resurgido de las cenizas y en
una jugada de rechaces, Rubén dispara y mete el 2 a 3. ¡Qué
pasada, hemos remontado el partido¡. Miraba a nuestra afición
y los veía chillar y dar ánimos. Pero cuando éramos
ya felices, ellos de nuevo nos ponen las cosas difíciles y nos
igualan, 3 a 3.
Acaba la primera parte y
J. Carlos y León nos reúnen y corrigen nuestros errores
e intentan volvernos a meter en el partido. La verdad que está
siendo el más duro, pero creo que por nosotros mismos más
que por los aciertos de ellos.
En el segundo tiempo,
empezamos de nuevo como comenzamos y pronto se ponen por delante con
un 4 a 3. En una jugada embarullada, Javi marca tras quedarse una
pelota muerta en la línea de gol con el portero batido.
Volvemos a crecernos y las jugadas se suceden en un lado y otro,
ellos con los saques lagos de su portero y nosotros intentando llegar
con pases, aunque no tan precisos como en otras ocasiones. La
sensación es que no nos sale lo que sabemos hacer de sobra. La
ilusión vuelve cuando Víctor, una vez más, mete
su tercer gol y todo parecía presagiar lo mejor. Pero aún
quedaban unos 5 minutos y todo podía pasar.
Desgraciadamente pasó.
Ellos nos marcan rápidamente y cuando todos firmábamos
el empate, en el último suspiro nos meten el 6 a 5. ¡Dios
santo¡¡No puede ser¡¡Qué injusto¡,
pensábamos, pero la verdad es que nos habíamos
contagiado de su juego, nos habíamos engarrotado mucho y no
desarrollamos nuestro juego y lo que habíamos aprendido en los
entrenamientos. ¡Pero si no son tan buenos¡¡A estos
les ganamos allí¡, decíamos algunos, intentando
consolarnos.
Cuando vi la cara de
nuestros entrenadores comprendimos que no había excusas que el
resultado era consecuencia de lo que habíamos hecho. Sabíamos
que no era por no haber luchado, pues nos dejamos la piel en el campo
sino de no haber tenido la atención suficiente y no haber
seguido las directrices ensayadas.
Nuestros familiares nos
aplaudían con entusiasmos para animarnos y mitigar nuestro
descontento. Todos seguíamos a J. Carlos hacia el vestuario
sin decir ni media palabra y el camino se me hizo eterno. Era nuestra
primera derrota, pero vaya derrota.
Ya en el vestuario
nuestros entrenadores analizaron cada una de las jugadas que fueron
claves para el desenlace y aunque sonaban duras comprendíamos
que debíamos escucharlas para no volverlas a cometer. Fue la
vez que más tardamos en salir y empezamos a comprender la
dimensión que puede alcanzar el futbol en lo emocional.
Ya de vuelta a casa, sólo
escuchábamos aplausos y palabras de ánimo de nuestra
familia, pero le dábamos su justa interpretación. Me
quedo con una frase que escuche una vez a un entrenador al perder un
partido de liga: “Hemos perdido una batalla pero no la guerra”,
Seguramente no sería suya, pero es lo que nos debe hacer
seguir hacia delante con más trabajo y efectividad. En el
coche, llegó un momento que mirando por la ventanilla mis
oídos no escuchaban nada de lo que me decían y en mi
mente sólo se dibujaban escenas, esta vez no tan gratas, del
partido y un mensaje que me martilleaba ¡No nos puede volver a
pasar esto¡.
Posiblemente, alguna vez
vuelva a ocurrir, pero como escuché hace poco a otro
entrenador “si me caigo 7 veces, me levanto 8”.
¡Qué hay de
cenar hoy, mamá¡…
Firmado:
Cualquiera de nosotros